Luis Razeto 29 Oct 2019
Lo primero que quiero decirles es que una nueva economía, alternativa, no-capitalista, ya existe y se está desarrollando con fuerza. Es la que llamamos economía de solidaridad o economía solidaria o economía de solidaridad y trabajo. Es una economía real, grande, en proceso de expansión y perfeccionamiento. Ella es muy variada y heterogénea, rica de experiencias diversas, pero que tienen en común una serie de rasgos que la hacen inconfundible. En esta economía solidaria, en América Latina podemos contar la existencia de decenas y cientos de miles de organizaciones y experiencias; en ellas participan millones de personas, con distinto grado de inserción. Las experiencias que podemos identificar formando parte o constituyéndose como economía solidaria, son aquéllas que operan con racionalidades económicas distintas, tanto de la que tienen las empresas organizadas por el capital y que responden a la lógica de la ganancia y el lucro individual, como de las unidades económicas organizadas por el Estado y que responden a una lógica de planificación centralizada. En términos generales, conforman la economía solidaria, las iniciativas, experiencias y unidades económicas protagonizadas por familias, grupos, asociaciones, comunidades y organizaciones intermedias y que persiguen objetivos de cooperación, ayuda mutua y reciprocidad, a nivel de sujetos sociales integrados por acuerdos y compromisos asumidos libre y conscientemente sobre la base de afinidades objetivas o culturales particulares. Nuestra economía solidaria se constituye entonces, a partir de una cierta racionalidad económica especial, que funda modos alternativos de emprender, de organizar y de gestionar la producción, la distribución, el consumo y la acumulación. No es posible en el breve espacio de esta exposición explicitar dicha racionalidad económica especial; pero diremos algo sobre ello más adelante. Por el momento digamos solamente que en general, la economía solidaria se funda básicamente en dos factores cuya presencia económicamente operante, da lugar a organizaciones económicas de características especiales. El primero de estos factores es la solidaridad y la cooperación, convertidos en fuerzas productivas organizadoras de las actividades económicas, lo que hemos llamado el "factor C", esto es, la fuerza creadora, organizativa y eficiente de la voluntad y la conciencia colectiva, comunitaria o asociativa. El segundo factor es el trabajo humano en el más amplio sentido, puesto al centro de la organización y por encima del capital y de los factores materiales y financieros de producción y distribución. En términos más directos, diremos entonces que en la economía solidaria, converge un conjunto de organizaciones y actividades económicas muy variadas, pero que tienen en común la presencia activa y central del trabajo humano y de la solidaridad social, como factores organizadores de la actividad económica. ¿En qué tipos de organizaciones económicas se manifiesta esta racionalidad especial, al menos de manera embrionaria pero suficiente para impactar sobre el modo de organizar y de realizar la actividad económica? Una rápida mirada panorámica a la realidad nos permitirá comprender que estamos en presencia de un mundo mucho más amplio, rico y extendido de lo que habitualmente reconocemos. En efecto, operan poniendo al centro esos dos factores básicos -y me refiero ahora a América Latina en particular- al menos las siguientes realidades y procesos: Pongamos en primer lugar a las cooperativas y las empresas auto-gestionadas, que son las formas más difundidas de búsqueda y construcción explícita y consciente de modos alternativos de organización económica y que se han desarrollado en el ámbito de la producción, de los servicios, de la distribución y el consumo, del ahorro y el financiamiento, de la vivienda, la comercialización, el ahorro y el crédito. Agreguemos luego las "organizaciones económicas populares", formas asociativas surgidas más o menos espontáneamente en diversos contextos de marginación y pobreza, que han dado lugar a una gran variedad de grupos de personas y familias, que enfrentan en común problemas de alimentación, vivienda, desocupación, salud, capacitación y otras carencias, sobre la base de la autoayuda y la ayuda mutua. Encontramos entre otras, las ollas comunes, los comedores populares, los “comprando juntos”, los centros de abastecimiento, los talleres laborales, los grupos de salud, de recreación alternativa, de educación comunitaria, etc. Relacionado con estas organizaciones, podemos considerar también al menos una parte de la más amplia "economía popular", constituida a menudo de manera informal, por personas, familias y grupos que buscan su subsistencia y progreso organizando actividades productivas, comerciales y de servicios al margen de las empresas y del mercado oficial. Muchos de ellos a menudo alcanzan viabilidad y espacios de desarrollo organizándose en sindicatos (por ejemplo de trabajadores independientes, de vendedores ambulantes, de cartoneros, etc.), en asociaciones gremiales, en ferias libres que han conquistado espacios públicos para el ejercicio de sus actividades comerciales. Asociado con este fenómeno social de dimensiones inmensas en cada país de América Latina, podemos considerar también una parte de la realidad conocida como micro-empresas o micro-emprendimientos. Una parte importante de ellas es de hecho economía popular fundada en el trabajo, tiene una base de organización familiar y vecinal, da lugar a procesos de integración de funciones económicas (por ejemplo, al comercializar en conjunto, al participar en cooperativas de ahorro y crédito, al constituir asociaciones gremiales que operan como instancias coordinadoras de actividades conjuntas) y en todo ello pone de manifiesto también importantes relaciones y valores de solidaridad y cooperación. Por cierto, en el mundo campesino existe en toda la región latinoamericana una extendida realidad de economía fundada en el trabajo, la solidaridad y la cooperación. La llamada "economía campesina", con sus unidades de base familiar extendida, sus articulaciones a nivel territorial y comunal, sus tradicionales formas de reciprocidad para hacer frente a los requerimientos variables y temporales de fuerza de trabajo, tecnologías, medios de producción y financiamiento, son sin duda constituyentes de nuestra economía solidaria. También despliegan formas asociativas y de reciprocidad en las relaciones económicas, varias otras actividades de producción tradicionales, como es el caso de la pesca artesanal y su organización en "caletas de pescadores", la minería de pequeña escala realizada por "pirquineros" y otros extractores asociados y en muchas ocasiones la artesanía como actividad en que se especializan pueblos y villorrios que adquieren una identidad por su dedicación a un rubro determinado: cerámica, trabajo de cuero, tejido, tallado de madera, trabajo de la piedra, etc… No podemos dejar de mencionar también numerosas comunidades de pueblos indígenas, integradas económicamente por una común adscripción y posesión de la tierra y otros factores de producción, por la utilización comunitaria del “saber hacer” ancestral, donde las relaciones de reciprocidad son habituales en la distribución, el consumo y la acumulación, dando lugar a formas de vida comunitarias altamente integradas. De más reciente origen, se están desenvolviendo en numerosos pueblos, villorrios rurales, ciudades de provincia, comunas populares urbanas, campamentos, etc… un vasto conjunto de iniciativas que integran energías organizadas de la comunidad, en términos de procesos conocidos como programas de desarrollo local. Existen, además, en toda América Latina, múltiples experiencias asociativas orientadas por principios de participación y desarrollo de la comunidad, formadas por mujeres, jóvenes, ancianos, pobladores sin casa, campesinos sin tierra, etc… que llevando adelante procesos de reivindicación de derechos e intereses compartidos correspondientes a sus distintas identidades, dan lugar a organizaciones sociales que de un modo u otro integran recursos y realizan actividades económicas que benefician a la comunidad local y territorial. Cabe mencionar también iniciativas asociativas y comunitarias que se distinguen por hacerse cargo de ciertas preocupaciones sociales que son enfrentadas mediante la organización de actividades económicas conjuntas, como es el caso de experiencias de comercialización comunitaria, de auto-construcción de viviendas utilizando tecnologías y materiales alternativos, de cultivos biológicos o de agricultura orgánica, de tecnologías alternativas que implican la utilización de fuentes de energía no contaminantes, el reciclaje de recursos, etc. Podemos decir que la preocupación ecológica y la protección del medio ambiente están originando una incipiente búsqueda de una economía ecológica, que encuentra en las formas económicas fundadas en la solidaridad y el trabajo su expresión más coherente y natural. Debe considerarse, también, una parte al menos del vasto mundo de las ONGs u organizaciones no-gubernamentales de servicio y/o de desarrollo, que se organizan de maneras auto--gestionadas conforme a diversas alternativas jurídicas y que se distinguen como formas institucionales o empresas "sin fines de lucro" o con explícitos fines de beneficio social. Muchas de ellas operan como instancias de apoyo a las formas económicas mencionadas anteriormente, y juegan un importante papel como organizaciones de financiamiento que gestionan fondos rotatorios, de comercialización, de asesoría organizacional, apoyo a la gestión, asistencia técnica y capacitación; otras tienen fines específicos acotados a necesidades sociales determinadas y buscan mejorar la calidad de vida de sus beneficiados. Cabe en este sentido considerar a las numerosas fundaciones, corporaciones, asociaciones profesionales, organizaciones de voluntariado, asociaciones culturales, etc... que canalizan recursos y servicios de varios tipos, incluidos los de estudio e investigación, que contribuyen de manera significativa a darle identidad y presencia social, política y cultural a las expresiones económicas surgidas de la llamada "sociedad civil". Forman parte de la economía solidaria, también algunos movimientos económicos que derivan de opciones éticas y espirituales, creados y realizados por personas que quieren ser consecuentes con sus creencias religiosas, con sus valores humanos, con sus búsquedas éticas y espirituales. Podemos mencionar, entre otros, el movimiento de la “economía de comunión”, la economía budista, la economía hinduista, la economía civil, etc. Y también, las organizaciones del llamado comercio justo o comercio justo y solidario, que comercializan en los países más desarrollados una gama de productos originados por pequeños productores y comunidades en los países más pobres, eliminando intermediarios y favoreciendo el consumo de productos ecológicos y producidos en condiciones de trabajo digno. También el movimiento de las finanzas éticas o bancos éticos, que captan recursos de personas que desean que sus ahorros se empleen exclusivamente en unidades económicas comprometidas con ciertos valores de justicia, sustentabilidad ambiental, asociatividad, etc… estando dispuestos a sacrificar en parte los intereses que podrían obtener, si colocaran tales ahorros en el sistema financiero y especulativo capitalista. Y los movimientos del consumo responsable, del buen consumo y otros que se comprometen a preferir la compra y el consumo de bienes y servicios producidos en condiciones justas, no contaminantes, sustentables, respetuosos del medio ambiente, etc. Han surgido también organizaciones que realizan trueque y reciprocidad, generando sistemas de monedas complementarias, monedas de circulación local, auto-administradas con criterios de cooperación y confianza recíproca. Están también las muy numerosas experiencias de economía de redes, basadas en la reciprocidad y el intercambio de saberes, servicios y recursos. Numerosas redes informáticas, el movimiento del software libre comparte también el espíritu solidario y la gratuidad, que implica poner libremente a disposición de los usuarios programas computacionales y otros servicios informáticos, en cuyo desarrollo se da una consistente cooperación. No podemos dejar de mencionar las variadas experiencias de voluntariado, el trabajo voluntario de estudiantes y jóvenes que se hacen cargo de problemas de comunidades pobres, desarrollando iniciativas de capacitación, de desarrollo local, de construcción de viviendas, etc. Esta visión panorámica de la multiplicidad de organizaciones que podemos considerar integrantes actuales y potenciales de la economía de solidaridad, nos permite hacernos una idea de la vigencia, importancia, actualidad y potencialidades que han adquirido las búsquedas de una nueva economía. ¿Qué distingue a todas estas iniciativas, actividades y organizaciones económicas? Ante todo y lo más importante, es que sus integrantes no tienen en su mente, cuando se organizan, cuando realizan las actividades, cuando toman decisiones, cuando se relacionan unos con otros, no tienen en su cabeza el interés individual, el afán de lucro, la búsqueda de maximización de la utilidad propia, sino que tienen en la mente y se comportan y relacionan, con valores de justicia, de solidaridad, de participación, de cooperación, de comunidad. No se comportan como el “homo oeconomicus” ávido y maximizador de la propia utilidad, que está en la base del comportamiento capitalista. Junto con afirmar que la “nueva economía” ya existe y que es amplia y consistente, quiero decirles que también existe y que se está desarrollando con gran vitalidad, una nueva teoría económica, una nueva ciencia de la economía, que es capaz de dar cuenta de estas racionalidades económicas solidarias, de potenciarlas, de proyectarlas hacia niveles cada vez superiores de logro y eficiencia. En este sentido, sostengo que se ha superado la desconfianza y reticencia respecto del pensamiento propiamente económico, que caracterizó durante casi dos siglos a las búsquedas tradicionales de economías alternativas. Es cierto que el cooperativismo y todas las búsquedas de economías no-capitalistas, han estado históricamente acompañadas de pensamiento social. Pero hay que reconocer que esas elaboraciones intelectuales, han tenido un carácter eminentemente ético, pero no económico. Son propuestas de valores, son propuestas que enuncian la necesidad de justicia en la economía, de lo comunitario, de lo social, de la cooperación. Son propuestas que dieron lugar a dos tipos de elaboración intelectual, a dos estructuras de pensamiento distintas: o son doctrinarias, o bien ideológicas. Doctrinarias, como en el caso de la “doctrina cooperativa” o de la enseñanza o “doctrina social cristiana”, que se fundamentan en valores, principios y normas. O ideológicas, que más que fundarse en una ética filosófica lo hacen en un pensamiento político o en determinados intereses que se quiere defender, promover y generalizar en la sociedad. Incluso, las propias búsquedas de economías alternativas tendieron durante mucho tiempo a no pensarse como experiencias económicas, sino como organizaciones sociales. Una explicación de esto es que a lo largo de toda la época moderna, cuando pensamos en la economía pensamos en el capitalismo, pensamos que lo económico es algo ligado a intereses individuales, a la búsqueda del lucro y la ganancia, como si fuera algo ilegítimo. Como si hablar de economía implicara contaminarse del capitalismo o participar en algo no coherente con los principios de una búsqueda idealista y ética. Fíjense que el mismo concepto de organizaciones “sin fines de lucro” o el de entidades “non-profit”, deja sin clarificar el objetivo económico racional de estas unidades económicas. Son expresiones que se usan para establecer que no hay motivaciones economicistas, que no se es capitalista; pero al decir non-profit o sin ánimo de ganancia, sin búsqueda de utilidades, se está negando algo que es de la esencia de la economía, más allá de la organización capitalista. Porque toda y cualquier economía busca generar beneficios, producir valor económico y hacerlo con eficiencia, o sea con el mínimo de costos y sacrificios y con el máximo resultado posible. Esta situación puede entenderse por el hecho que la ciencia de la economía se ha formulado en una perspectiva capitalista y después se desplegó en una perspectiva socialista y de economía estatal y ambas orientaciones de pensamiento económico han sido altamente críticas respecto al cooperativismo, el mutualismo, la auto-gestión y otras formas alternativas. Especialmente los socialistas y quienes proponen economías estatales y de planificación centralizada, han sido extremadamente críticos, partiendo por el marxismo, que tiende a ver capitalismo también en estas economías basadas en la cooperación y la solidaridad. Algunos la valoran en ciertos aspectos, pero nunca validándola como propuesta general, mientras que el pensamiento económico capitalista, ha siempre dicho que esta economía es ineficiente porque no estimula la competencia ni el natural afán de lucro, Entonces, defendiéndose de estas críticas, quienes buscan economías alternativas, careciendo de un propio pensamiento económico, se distanciaban de lo económico y no se pensaban a sí mismas como propuestas económicas. Este ha sido un tremendo vacío histórico-cultural, que les ha impedido fortalecerse, orientarse con eficiencia, asumir objetivos económicamente racionales. Yo pienso que, avasallado por las teorías económicas neo-clásicas por un lado y por otro lado atemorizado por la crítica tan radical que se ha realizado desde cierta izquierda, que ha criticado no sólo el capitalismo sino a la economía misma, que ha cuestionado no sólo el capitalismo sino también el mercado, la empresa, las ganancias, el dinero e incluso el concepto de eficiencia, las experiencias económicas solidarias se atrincheraron en una formulación ética, doctrinaria o ideológica, inhibiéndose de construir verdadero pensamiento económico. Pero esto terminó ya, con el surgimiento del concepto de economía solidaria. En el mismo enunciado Economía Solidaria, no solamente está la legitimación de lo económico sino también -y es lo más importante- el descubrimiento de una racionalidad económica especial, que es específicamente económica pero que no tiene nada de capitalista. El pensar las experiencias cooperativas, autogestionarias y de economía solidaria en general, como genuinas y auténticas iniciativas económicas, abre a un descubrimiento fundamental: que la economía es mucho más que lo que la economía capitalista y las teorías asociadas a ella reconocen como económico. Porque en la disciplina económica convencional, se reconoce como económico solamente a aquello que pasa por una valoración monetaria y que se transa en el mercado y que adquiere precio. Cuando hablamos de Economía Solidaria en conexión con las experiencias de esta economía solidaria que he mencionado, descubrimos que la economía es mucho más que eso, que hay un campo enorme de recursos, por ejemplo de factores productivos, que no tienen una valoración monetaria y que sin embargo contribuyen a la producción. Descubrimos que hay muchas necesidades que se satisfacen con bienes y servicios que es necesario producir, pero que no se accede a esos bienes y servicios o a la satisfacción de esas necesidades mediante el gasto, mediante el uso del dinero. Descubrimos que la economía en el fondo es la reproducción de la vida, el gobierno de la casa, el organizar racionalmente las actividades para subsistir, para satisfacer necesidades, aspiraciones y deseos, para progresar familiarmente, socialmente, para desarrollar todo tipo de proyectos de carácter cultural, social, político, espiritual incluso. Que la economía -igual que la política- es una dimensión presente en toda la vida, en toda actividad, en todo pensamiento, en toda acción. No hay actividad humana que no tenga contenido económico, que no utilice recursos económicos, que no implique un uso económico del tiempo, que no implique satisfacción de necesidades, aspiraciones o deseos humanos, que no implique la utilización de recursos. Y lo económico es en el fondo, organizar todo eso de manera más eficiente, de modo que los objetivos que las personas se propongan se alcancen en forma más plena. Y no significa necesariamente estar motivado por ambiciones egoístas, por intereses particulares, ni ponerse a competir con otros, porque se puede hacer economía -o sea vivir, reproducir la vida y ampliarla- cooperando con otros, compartiendo objetivos, distribuyendo solidariamente los beneficios, utilizando recursos que están disponibles para todos y que no necesariamente implican una apropiación privada individual que excluya a los demás. Junto con descubrir que la economía es mucho más amplia de lo que normalmente entendemos por economía, cuando la pensamos con las categorías que el capitalismo ha elaborado, descubrimos también que se puede hacer economía de distintas maneras, que hay racionalidades económicas muy distintas, que la racionalidad económica capitalista no es la racionalidad económica, sino que es una de las lógicas posibles, que hay otras que pueden ser aún más eficientes. Esto hace el concepto de Economía Solidaria: facilitar y permitir el desarrollo de un pensamiento económico propio sobre este tipo de empresas, sobre esta forma de interacción entre los sujetos, sobre los modos de consumo, sobre los recursos y factores productivos, sobre qué es y cómo opera el mercado, etc... La expresión Economía Solidaria o Economía de Solidaridad, convoca a esta elaboración de teoría y pensamiento económico, cuya ausencia ha dificultado el validarse como una alternativa económica eficiente y resolver la contradicción que aparece entre el tener que guiarse en forma deductiva por elementos doctrinarios o normativos y el tener que operar en la realidad económica donde todo pareciera implicar una posible contaminación. De hecho, se ha ido construyendo un pensamiento económico nuevo, se ha ido desarrollando una teoría de la economía de solidaridad, que va más allá y es también una teoría comprensiva de la economía en general, puesto que comprende las diferentes lógicas operacionales y los distintos modos de alcanzar eficiencia económica y que en particular enseña cómo tratar a los distintos factores y cómo operar en el mercado manteniendo coherencia con el hecho solidario, con lo esencial de los mismos valores y principios tradicionales a los que no es necesario renunciar para alcanzar eficiencia. Porque debemos decir, finalmente, que la teoría económica de la economía de solidaridad no sólo ha significado la comprensión rigurosa y científica de una racionalidad económica distinta a la capitalista, sino también ha fundamentado e iniciado una reformulación de la economía en general, llegando a elaborar una propuesta económica global, basada en una nuevo pensamiento económico que hemos llamado “Teoría Económica Comprensiva”. No tenemos tiempo para profundizar en esto; pero me interesa destacar que la economía de solidaridad responde también a esta necesidad profunda, de una nueva ciencia económica, que es una necesidad mucha más honda de todo lo que estoy expresando acá y que tiene que ver con la situación en que se encuentra el pensamiento social y el conocimiento económico. Una situación de crisis que nos plantea -también como necesidad urgente- acceder a una nueva estructura del conocimiento, a un nuevo paradigma cognitivo que supere la limitaciones del pensamiento y de las disciplinas positivistas que han enmarcado -hasta ahora- el pensamiento económico y social. Pero eso es un tema de mayor amplitud y densidad que no alcanzamos a profundizar aquí. Pero no quiero terminar sin mencionar algunos conceptos claves de la economía, que son reformulados en esta nueva manera de concebirla y de practicarla. Por ejemplo, el concepto de mercado, que ya no es sólo expresión de la competencia donde cada cual busca su propia utilidad, sino la expresión del hecho social fundamental, de que nos necesitamos unos a otros y de que trabajamos unos para otros, porque no somos auto-suficientes. El mercado se entiende así, como la articulación y coordinación de decisiones económicas diversamente motivadas y puede ser democrático o concentrado, competitivo o solidario. El concepto de empresa, no necesariamente entendida como una inversión de capitales que buscan su máxima rentabilidad, sino como emprendimiento cuyos protagonistas pueden ser los trabajadores que invierten su fuerza laboral o comunidades que buscan una mejor calidad de vida. O tecnólogos que persiguen perfeccionar sus inventos e innovaciones, ampliando el campo de las aplicaciones de sus conocimientos y descubrimientos. La comprensión de que los recursos y factores productivos no son solamente la tierra, el capital y el trabajo, sino también el que hemos llamado Factor C, esto es, la fuerza de la solidaridad, la energía que resulta de la unión de conciencias, voluntades y emociones tras objetivos compartidos. Energía poderosa que incrementa la eficiencia y la productividad de las personas y de las organizaciones que la despliegan. La idea que los bienes y servicios y factores no se distribuyen y asignan solamente mediante relaciones de intercambio, sino también a través de formas de reciprocidad, de comensalidad, de cooperación, de donación. La economía solidaria no rehúye, sino que acepta el desafío de la eficiencia. Porque la eficiencia es un valor económico esencial, pero hay que redefinirla en términos de responsabilidad en el uso de los recursos y de maximización de la felicidad humana y social que puede lograrse mediante los bienes y servicios producidos. Todo ello en el marco de una concepción de desarrollo humano sustentable social y ambientalmente. Termino señalando que, para que se desarrollara la nueva ciencia de la economía que llamamos economía comprensiva, era necesario que la nueva economía, la economía solidaria, se desplegara en la práctica en toda su diversidad y riqueza y que se abandonaran viejas ideologías que impedían asumir que estas eran realmente formas económicas genuinas. Pero además, era necesario que se cumplieran algunas condiciones de posibilidad de esta nueva ciencia económica. Entre ellas: a) La profundización de la crisis del capitalismo, que por primera vez entra en una fase histórica en que sus capacidades de absorber recursos y población, son superadas por su capacidad de destruirlos y de expulsarlos. b) La crisis del marxismo y del comunismo, que había hecho creer que una nueva economía implicaba necesariamente la totalidad de un sistema, hegemonizado por el Estado. c) El despliegue real de la economía solidaria, sobre la cual realizar la teorización. d) Y finalmente, la superación del paradigma epistemológico positivista, que no permitía la identificación de nuevas posibilidades y que había excluido de los análisis científicos la subjetividad, la ética y los valores. Luis Razeto Con conocimiento, creatividad, autonomía y solidaridad podemos transformar el mundo. (Luis Razeto)
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Economías transformadoras es un concepto aglutinador de aquellas propuestas de transformación socioeconómica que apuntan a un mismo horizonte experimentando y construyendo prácticas socio económicas distintas a la economía de mercado tradicional.
Es una corriente que construye formas de vivir, formas de hacer economía -de trabajar, de habitar, de consumir, de convivir- establecidas sobre unas bases, materiales y culturales que muestran que hay otras maneras de vivir. Este fenómeno no es una suma de procesos aislados, sino un ecosistema de experimentación donde diferentes comunidades o ámbitos, en función de sus bagajes, culturas, posibilidades o prioridades, experimentan y construyen nuevas prácticas socioeconómicas.
Existen cuatro movimientos que, hibridándose entre ellos y con otras propuestas, son el corazón del círculo virtuoso de las economías transformadoras.
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