Las personas de éxito saben que el mundo se mueve rápido y para estar a la par con ésta dinámica hacen más cosas en menos tiempo con el propósito de lograr mayor productividad y éxito profesional. ¿Cómo efectivizar tu tiempo?, a continuación presentamos algunos tips para ser más productivo en tu día a día.
1. Di NO a las distracciones “Primero el deber antes que el placer” dicen muchos por allí y esto se refiere a terminar de hacer el trabajo pendiente, y no combinarlo con las distracciones como el chat, las redes sociales, la TV, conversaciones, esto se debe dejar para después. Concluir las tareas, proyectos o trabajo de forma efectiva requiere de una alta concentración, así que aléjate de los ruidos, personas u objetos que te distraigan y haz que ese momento sea productivo. Los líderes y emprendedores exitosos organizan su tiempo de acuerdo a los objetivos y metas trazados, y por ello dicen no a las distracciones porque son personas disciplinadas. 2. Lee algo nuevo todos los días No hay nada mejor en el mundo que una persona culta, aprovecha el tiempo para cultivarte siempre, lee algo nuevo cada día, mejor si reemplazas ver televisión por un poco de lectura, verás que el ejercicio mental es más agotador que el ejercicio físico y en consecuencia dormirás plácidamente. Desarrollar el hábito de la lectura ayudará a incrementar tu nivel de comprensión, imaginación, mejorar tu escritura y lenguaje además de obtener mayor conocimiento. 3. Levántate temprano ¿A qué hora comenzaste el día ayer? Si fue pasada las 10am te darás cuentas de las horas del día que perdiste por estar acostado. Horas que bien pudieron ser aprovechadas en la lectura de información importante, hacer ejercicio, trabajar o compartir con tu familia, entre otros. No por nada dice el dicho “Al que madruga Dios le ayuda” ten en cuenta que mientras más temprano te levantes el día te parecerá más largo para aprovechar en concluir tus pendientes o hacer más actividades de las que acostumbras. 4. Invierte el tiempo Aprovecha de esa energía y libertad para seguir formándote en tus estudios, aprender otro idioma, o desarrollar más tus capacidades o habilidades en determinadas áreas, haz que tus tiempos libres sean los más productivos. Esto no es imposible de hacer para las personas que ya tienen pareja e hijos, sino que amerita más esfuerzo y dedicación, dado que la familia también exige tiempo y atención. 5. Organiza tu vida en una lista Escriba una lista de sus asuntos pendientes y las tareas que le quedan por hacer, vaya agregando ideas, así no perderá tiempo en recordarlas. Vaya tachando las tareas que fueron cumplidas y vaya añadiendo nuevas tareas en función a objetivos a corto mediano y largo plazo. Verá que este sistema le ayudará a ahorrar tiempo. 6. Sigue la regla 80/20 80-20-principio-de-Pareto El principio de Pareto es también conocido como la regla del 80-20. Este principio analiza un enfoque de las acciones hacia los asuntos más importantes que brinden mayores beneficios a tu emprendimiento o más rentabilidad a tu empresa, en otras palabras como indican los especialistas de marketing el 20 % de tus acciones te producirán el 80% de resultados. Uno puede tener varios problemas o asuntos por resolver, pero querer resolverlo todo a la vez, además de confundirte y preocuparte no hace más que alejarte de la solución o respuesta. Así que prioriza tus actividades. 7. Aprende a delegar Los líderes exitosos se enfocan en construir un legado en su equipo de trabajo, es por ello que se rodean de gente talentosa o promueven el talento y las capacidades al interior de su equipo. Bajo ese entendido, los emprendedores también deben de rodearse de personas confiables para desarrollar un determinado negocio o proyecto y así poder delegar funciones, responsabilidades, pues querer hacerlo todo por sí solo implicaría demasiado esfuerzo e inversión de mucho más tiempo. ¿Quieres ser un emprendedor más productiva?, asume el tiempo como un recurso muy importante en tu vida. Piensa que cada día, hora o minuto que pasa implica menos tiempo para hacer realidad tus objetivos o metas. ¡Empieza a ser efectivo ya!.
0 Comentarios
Un Maestro samurai paseaba por el bosque con su discípulo, cuando pasaron junto a una cabaña de madera, muy pobre, frente a la cual había una familia vestida con ropas sucias y rasgadas, sin calzado. El maestro se acercó al padre de familia y le preguntó: “En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni de comercio... ¿qué hacen ustedes para sobrevivir?”.
El padre contestó: “Tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días; una parte de la leche la vendemos y otra parte la consumimos, de esta manera vamos sobreviviendo”. El maestro y su discípulo continuaron caminando. Al poco tiempo, el sabio dijo al muchacho: “Date la vuelta, busca la vaquita y tírala por el barranco”. El joven se sorprendió mucho de la orden recibida y objetó: “Pero, maestro, vamos a privarles de su único medio de vida”. El maestro no respondió y el discípulo obedeció su orden. Tiempo después, sin embargo, se sintió culpable y decidió volver a la cabaña para pedir perdón y ofrecerles ayuda. Con sorpresa, descubrió que donde antes había una casucha de madera y una familia harapienta ahora había una hermosa casa de piedra con un jardín florido, un coche y varios niños bien vestidos. Con sorpresa, descubrió que se trataba de la misma familia con la que tiempo atrás habían hablado su maestro y él. Naturalmente, preguntó al dueño de la casa cómo había sido posible ese cambio. Este le contestó: “Al morir la vaquita, no tuvimos más remedio que hacer otras cosas y aprender otras habilidades que antes no teníamos; así fuimos progresando hasta llegar a tener lo que ves”. La moraleja de este cuento es: a veces tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica pero que, al mismo tiempo, se convierte en una rutina, nos hace dependientes de ella y nos impide ir más allá de lo que la vaquita nos brinda. Tira, pues, por el barranco a tu vaquita. Obstáculos puedes encontrarte muchos, podríamos hacer una lista larga de circunstancias que dificultan emprender y crear tu negocio. Aunque dispongas de la información, la formación y las técnicas y herramientas necesarias, no significa que vayas a hacerlo. Muchos procesos se quedan en eso, en la idea de hacerlo. Hay algunos que pueden desarrollar más la idea y llevarla a proyecto, pero tampoco les asegura que arranquen. No te ha pasado alguna vez de tener una idea, irla desarrollando y trabajando en tu cabeza, contarla por ahí a tu amigos, conocidos, compañeros… ¿y de golpe un día te enteras de que se ha puesto en marcha algo que tú habías pensado pero que todavía le vas dando vueltas? A mi sí. La verdad es que pensar es “relativamente” fácil en el sentido de identificar una idea, un producto o un servicio para un público concreto y empezar a pensar en tener tu propio negocio. Buscas información y todo lo referente al “cómo voy a hacer…” pero no acabas de arrancar, no te acabas de decidir y no comprender qué es lo que te está frenando a empezar. Hasta que te das cuenta de que si te miras en un espejo verás qué o mejor dicho quien te lo está impidiendo. Hay varios factores internos que pueden estar frenando tu emprendimiento, vamos a revisar algunos y cómo puedes superarlos, aunque básicamente puede ser alguno de ellos o una combinación de varios, lo más importante es que tomes la decisión y te comprometas contigo mismo, porque si tu compromiso tiene valor para ti encontrarás los cómos sin ningún problema. 1. ¿Y si no soy capaz? Esta pregunta que suelen hacerse muchos, esconde la falta de seguridad y confianza en ti mismo. Si tu no crees en ti, no lo van a hacer los demás, así que tienes que reforzar tu confianza y tu autoestima para que no tengas dudas de que evidentemente serás capaz. Toda esta serie de pensamientos limitantes que se convierten a su vez en creencias pueden hacerte mucho daño y sentirte pequeño, con poco valor y sin merecer éxito o reconocimiento. Estas preguntas te ayudarán: - ¿Por qué no tengo que ser capaz? – ¿Quién lo dice? – Si lo dice otro, ¿En qué se basa? – Si lo digo yo, ¿En qué me baso, en experiencias, alguien me lo ha dicho alguna vez? – Si otros lo han conseguido, ¿Por qué yo no tengo que poder? 2. ¿Y si no me sale bien? Esto camufla nuestros miedos más profundos. Ya hemos hablado de miedos en alguna ocasión. Son suposiciones de circunstancias que no son reales y que vemos como posibilidades poniéndonos siempre en lo peor. Y yo te pregunto, o mejor pregúntate tú ¿Es mejor no intentarlo y quedarte como estas? ¿Es mejor quedarte siempre con la duda de lo que podías haber conseguido solo por no intentarlo? Y creo que no, y te lo digo porque he visto casos de muchas personas que cuando han superado esos miedos y han creído realmente que podían algo, han tenido resultados increíbles. 3. No tengo tiempo. No tengo dinero. El tiempo y el dinero son una cuestión de prioridades. El tiempo es el mismo para todos y cada uno de nosotros decide cómo, en qué y con quién quiere gastarlo o invertirlo. El dinero, aunque cada uno disponga de una cantidad distinta de dinero, he constatado que diferentes personas disponiendo de la misma cantidad de dinero, lo emplea en acciones distintas, así que sigo pensando que es una cuestión de prioridad. Hay gente que lo invierte en producir más o en formarse o en conseguir más y otra que prefiere gastarlo en ocio u otro tipo de cosas. Así que no es una cuestión de tener tiempo o dinero, sigue siendo una cuestión interna y esa excusa es la que te cuentas para justificar la verdadera razón. No pasa nada, pero sé sincero contigo mismo. 4. Si, quiero hacerlo, pero ahora no es el momento. Esta objeción también es bastante común. El hecho de procrastinar (o sea de dejar las cosas para más adelante) es algo que todos hacemos en alguna ocasión. Solo tienes que vigilar que no se convierta en un hábito, un mal hábito y que evite que tomes decisiones cuando las tengas que tomar y no hagas cosas que tienes que hacer. Hay que establecer el grado de importancia y de prioridad en lo que tienes que desarrollar. ¿Cuán importante es para ti hacer eso? ¿Cuál es el precio de no hacerlo ahora? ¿En qué te está perjudicando? Nunca es el mejor momento para hacer algo, para cambiar de trabajo, para tener un hijo, para montar un negocio…el mejor momento es ese en el cual tú decides hacerlo. 5. ¡Decídete! No hay nada peor que las dudas, como decía el maestro Yoda en la guerra de las galaxias: “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”. Tienes que tomarte el tiempo de tomar una decisión, pero es importante que lo hagas. Durante el tiempo previo donde dudas, te acechan todo tipo de miedos, incertidumbres, y sis… etc, pero cuando tomas una decisión, aunque a veces sigas notando las mariposas en el estómago, encuentras la forma de hacer aquello que deseas, porque si estás firmemente decidido y comprometido harás lo que tengas que hacer. Y con eso no me refiero “a lo que sea…”, me refiero a aceptar retos que te acerquen a tu objetivo, a crecer personalmente, a superar obstáculos y a creer de una vez que TU PUEDES.
El ikigai es un concepto que puede definirse como «la razón de vivir» o «la razón de ser», lo que hace que la vida valga la pena ser vivida, y una práctica para encontrar lo que comúnmente denominamos el propósito.
Todos necesitamos un motivo para vivir, un impulso vital que nos mueva cada día... Los japoneses tienen claro cómo encontrar lo que ellos llaman Ikigai o razón de ser. La búsqueda de esa fuente de valor de la vida se ha extendido a lo largo del mundo y en este post te invitamos a detenerte un momento para buscar eso que te hará sentir motivado de aquí en adelante. Ikigai, lo que merece la pena En Okinawa, el trabajo nunca lo fue todo, las pequeñas alegrías de la vida le han dado a su gente el secreto para una vida plena y larga. Por algo es ejemplo de longevidad en un país que ya de por sí se destaca por ello. ¡Descubramos su secreto! Las investigaciones al respecto sostienen que el término ikigai proviene de la unión de dos palabras, por ejemplo: Iki que significa vida y gai, que es el valor de la vida, aquello que vale la pena. Otro origen bastante inspirador son estas dos palabras: yarigai y hatarakigai, que significan el valor de hacer y el valor de trabajar. Sea como fuere, ikigai significa el impulso de la vida, la razón esencial por la que actúas cada día, tu propósito. ¿Dónde está tu propósito de vida? El ikigai se encuentra en el punto exacto en el que confluyen todos estos aspectos de tu vida y se mantienen en equilibrio: Método Ikigai: cómo funciona Para identificarlo debemos combinar lo que podemos aportar al mundo con lo que el mundo necesita, la combinación de cuatro pilares que deben mantenerse en equilibrio para que puedas aspirar a la autorrealización.
¿Te has preguntado alguna vez si estos cuatro pilares de tu vida están en equilibrio o si solo vives para algunos de ellos? Dedicarnos profesionalmente a algo que nos apasione o que, como mínimo nos guste y nos haga sentir realizados, debería ser prioridad teniendo en cuenta que dedicamos aproximadamente un 30 por ciento de nuestra vida a ello. Sin embargo, son muchas las personas que asumen la tarea de trabajar como algo molesto, tedioso y, en ocasiones, incluso traumático. Postergando sus aspiraciones, pensando que harán lo que les gusta en algún punto indeterminado del futuro. Tengo una noticia: La vida es finita, si bien es muy recomendable seguir sintiéndose con un espíritu joven, el físico es biología y la energía se va agotando. Por eso es importante hacer lo que esté en nuestra mano para cambiar esta situación y encontrar satisfacción en esta faceta inevitable de nuestra existencia. Cómo aplicar el método ikigai encontrar el Ikigai es un proceso individual y de mucha introspección. ¡Toma papel y lápiz y manos a la obra!
Una vez que hayas descifrado estos cuatro aspectos de tu vida, pregúntate si para cada uno coincide lo que anotaste con lo que estás haciendo en este preciso momento en tu vida. Si no es así, entonces ya sabes lo que tienes que hacer desde ahora: empezar a cambiarlo. Cuando equilibres los cuatro pilares de tu vida, habrás encontrado tu ikigai, te sentirás más motivado día a día e, incluso, más feliz. Recuerda que absolutamente todo necesita armonía y equilibrio, desde las patas de una mesa hasta los ecosistemas del planeta pasando, por supuesto, por nuestro propio cuerpo. No puedes encontrar la satisfacción plena si tienes un trabajo bien pagado pero que no amas, ni dedicarte a lo que verdaderamente te apasiona sin tener estabilidad económica.
Cuento del leñador: El hábito de Afilar la Sierra
Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en un aserradero. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; por lo tanto, el leñador se decidió practicar toda su experiencia. El primer día al presentarse al capataz, éste le dio una sierra y le designó una zona de trabajo. El hombre entusiasmado salió al bosque y en un solo día cortó dieciocho árboles. -Te felicito, le dijo el capataz; sigue así. Animado por las palabras del capataz, decidió mejorar su propia marca, de tal modo que esa noche se fue a descansar bien temprano. Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles. Triste por el poco rendimiento, pensó que tal vez debería descansar más tiempo así que esa noche decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó decidido a superar su marca de 18 árboles. Sin embargo, ese día sólo cortó diez. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, hasta que al fin de esa primera semana de trabajo sólo cortó dos. No podía entender qué le sucedía ya que físicamente se encontraba perfectamente, como el primer día. Cansado y por respeto a quienes le habían ofrecido el trabajo, decidió presentar su renuncia, por lo que se dirigió al capataz al que le dijo: -Señor, no sé qué me pasa, ni tampoco entiendo por qué he dejado de rendir en mi trabajo. El capataz, un hombre muy sabio, le preguntó: -¿Cuándo afilaste tu sierra la última vez? -¿Afilar? Jamás lo he hecho, no tenía tiempo de afilar mi sierra, no podía perder tiempo en eso, estaba muy ocupado cortando árboles. Leí por primera vez el concepto de afilar la sierra, en el libro de Stephen Covey “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”. Desde entonces, procuro darme permiso para descansar, desconectar y tomar perspectiva. Vivimos tan ocupados, corriendo de un lado para otro que muchas veces no nos paramos a pensar en las cosas más importantes de la vida. Actuamos por impulsos, sin parar, sin pensar, sin organizarnos. Al terminar el día estamos cansados y con la sensación de que no hemos hecho nada interesante. Quizás deberíamos sentarnos a un lado del camino observar dónde estamos y decidir cuál es la mejor manera de andar el camino que queda. Quizás deberíamos pararnos a afilar la sierra.
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños. Durante la función, la enorme bestía hacía gala de un tamaño, un peso y una fuerza descomunales... Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces?. ¿Por qué no huye?. Cuando era niño, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces por el misterio del elefante... Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: "Si está amaestrado, ¿porqué lo encadenan?". No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, me olvidé del misterio del elefante y la estaca... Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa, porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza. Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que "no podemos" hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: "No puedo y nunca podré". Esto es lo que te pasa, vives condicionado por el recuerdo de una persona que ya no existe en ti, que no pudo. Tu única manera de saber si puedes es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón... ¡Todo tu corazón! Jorge Bucay
Conocerte a ti mismo es tu responsabilidad de vida. Sólo la capacidad de atención permite desenmascarar nuestra personalidad creada por la educación y experiencia personal. Desde el autoconocimiento podemos brillar y ser quien realmente somos. Este es el punto de partida para encontrar tu propósito…
“En un lugar maravilloso con un jardín esplendoroso con árboles de todo tipo: manzanos, perales, naranjos, abetos, grandes rosales… Todo era alegría en el jardín y todos estaban muy satisfechos y felices. Excepto un árbol que se sentía profundamente triste. Tenía un problema: no daba frutos. -No sé quién soy… -se lamentaba-. -Te falta concentración… -le decía el manzano- Si realmente lo intentas podrás dar unas manzanas buenísimas… ¿Ves qué fácil es? Mira mis ramas… -No le escuches. -exigía el rosal- Es más fácil dar rosas. ¡¡Mira qué bonitas son!! Desesperado, el árbol intentaba todo lo que le sugerían. Pero como no conseguía ser como los demás, cada vez se sentía más frustrado. Un día llegó hasta el jardín un búho, la más sabia de las aves. Al ver la desesperación del árbol exclamó: -No te preocupes. Tu problema no es tan grave… Tu problema es el mismo que el de muchísimos seres sobre la Tierra. No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Sé tú mismo. Conócete a ti mismo tal como eres. Para conseguir esto, escucha tu voz interior… ¿Mi voz interior?… ¿Ser yo mismo?… ¿Conocerme?… -se preguntaba el árbol angustiado y desesperado-. Después de un tiempo de desconcierto y confusión se puso a meditar sobre estos conceptos. Finalmente un día llego a comprender. Cerró los ojos y los oídos, abrió el corazón y pudo escuchar su voz interior susurrándole: “Tú nunca en la vida darás manzanas porque no eres un manzano. Tampoco florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble. Tu destino es crecer grande y majestuoso, dar nido a las aves, sombra a los viajeros y belleza al paisaje. Esto es quien eres. ¡Sé quien eres!, ¡sé quien eres!…” Poco a poco el árbol se fue sintiendo cada vez más fuerte y seguro de sí mismo. Se dispuso a ser lo que en el fondo era. Pronto ocupó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Sólo entonces el jardín fue completamente feliz. Cada cual celebrándose a sí mismo.
Había una vez un escritor que vivía a orillas del mar; una enorme playa virgen donde tenía una casita donde pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para su libro.
Era un hombre inteligente y culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida. Una mañana mientras paseaba a orillas del océano vio a lo lejos una figura que se movía de manera extraña como si estuviera bailando. Al acercarse vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y lanzarlas otra vez al mar. El hombre le preguntó al joven que estaba haciendo. Este le contestó: “Recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar; la marea ha bajado demasiado y muchas morirán”. Dijo entonces el escritor:” Pero esto que haces no tiene sentido, primero es su destino, morirán y serán alimento para otros animales y además hay miles de estrellas en esta playa, nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas”. El joven miró fijamente al escritor, cogió una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó: “Para ésta… sí tiene sentido”. El escritor se marchó un tanto desconcertado, no podía explicarse una conducta así. Esa tarde no tuvo inspiración para escribir y en la noche no durmió bien, soñaba con el joven y las estrellas de mar por encima de las olas. A la mañana siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar estrellas. Pedir es algo muy importante, especialmente si queremos generar cambios en nuestras vidas y en nuestros proyectos. Los emprendedores sociales que he conocido y que más lejos han llegado saben pedir lo que necesitan y sobre todo, saben hacerlo bien. Algunos tienen esa capacidad y lo hacen con naturalidad, otros han tenido que aprenderlo con esfuerzo y experiencia. Pero teniendo en cuenta todos los elementos que necesita un emprendedor para lograr su objetivo y las dificultades con las que se va a encontrar, no saber pedir las cosas puede ser un obstáculo importante para desarrollar su idea e implementarla. Te dejo aquí algunas estrategias que puedes utilizar para mejorar tus peticiones. Reflexiona antes de pedir y pregúntate: ¿Tengo claro lo que quiero pedir? ¿Estoy verdaderamente seguro de que es eso y no otra cosa lo que de verdad necesito? ¿Al pedirlo dejo claro que si lo tuviera lo pondría al servicio de mi proyecto sin dudarlo un solo instante? Procura tener claro que lo que estás pidiendo es justo aquello que de verdad necesitas. Piensa: ¿Qué es lo peor que te puede pasar? Ante el miedo a pedir, que a veces nos bloquea, hacerse esta pregunta puede resultar muy útil. Normalmente lo peor que nos puede pasar si pedimos ayuda es que nos digan que no, y quedarnos exactamente igual que estamos. Bueno, en realidad mejor, porque esa negativa es información útil. Ante una negativa podemos actuar y seguir distintas estrategias: buscar nuevas maneras de pedir lo que necesitamos a la misma persona o buscar soluciones y apoyos en otro lado. Si no preguntamos en primer lugar siempre tendremos la duda de si en realidad era posible conseguirlo. Pide claramente Sé preciso. Piensa claramente tu petición. Tómate el tiempo de prepararla. Escribe las palabras clave que vas a utilizar para tener mayor impacto. Las palabras son poderosas, por eso es importante elegirlas cuidadosamente. Pide con confianza La gente que pide con confianza obtiene más que aquellas que están constantemente dudando. La fe y las dudas son fenómenos contagiosos: si no eres capaz de demostrar que crees en tu proyecto y que para ponerlo en marcha estás dispuesto a arriesgar cuanto esté a tu alcance, será muy difícil que generes entusiasmo en otros. Cuando te has dado cuenta que quieres pedir algo, hazlo con certeza, audacia y confianza. Pide con insistencia Algunas personas se repliegan después de hacer un pedido tímido. Se van demasiado rápido. Sigue preguntando hasta que encuentres las respuestas. En la prospección existen usualmente 4 o 5 “no’s” antes que tengas un “si’’. No te desanimes! Pide creativamente Si quieres la atención de algo, no pidas de la manera común. Usa tu creatividad para inventar una presentación de algo impacto. Pide sinceramente Cuando realmente necesites ayuda, la gente responderá. Sinceridad significa dejar caer la fachada y mostrar la voluntad de ser vulnerable. No te preocupes si tu presentación no es perfecta, pide desde tu corazón. Mantenlo simple y la gente se abrirá a ti. ¿Te atreves a intentarlo? Si es así te propongo que esta semana reúnas todo tu valor y preguntes UNA COSA que necesites, quieras, esperes o desees. Y para ir más allá... PIDE ALGO
Había una vez una pequeña aldea pintoresca. Era un buen lugar para vivir, salvo por un problema. La aldea no tenía una fuente de agua a menos que lloviera. A fin de solucionar este problema de una vez por todas, el alcalde y los residentes del pueblo decidieron realizar un contrato a fin de tener un suministro de agua fresco y continuo.
Dos hombres del pueblo se ofrecieron para proveer agua limpia y fresca a la aldea. El alcalde sondeo a los residentes del pueblo y decidió contratar a ambos hombres. Pensó que un poco de competencia mantendría precios bajos y aseguraría un suministro más seguro de agua. El primero de los dos contratistas, Pedro, salió de inmediato a comprar dos baldes de acero galvanizado y empezó a correr en el sendero que conectaba el pueblo con el río, lo cual estaba a dos kilómetros de distancia. Inmediatamente, Pedro comenzó a ganar dinero laborando desde el amanecer hasta la tardecer cargando el agua del río con los dos baldes de acero. Pedro vaciaba los baldes en un depósito grande de concreto que los residentes de la aldea habían construido. Todas las mañanas, Pedro se levantaba antes del resto de los residentes del pueblo, a fin de asegurarse que habría suficiente agua para cuando los residentes la necesitaran. Era un trabajo duro, pero Pedro estaba muy feliz por estar ganando dinero y por tener uno de los contratos exclusivos para suministrar el agua al pueblo. El segundo contratista, Fernando, había desaparecido por un tiempo. Nadie lo vio durante dos meses, lo cual hizo muy feliz a Pedro ya que no tenía competencia. Pedro estaba ganando todo el dinero. Pero Fernando tenía otra estrategia. En vez de adquirir dos baldes de acero para competir con Pedro, Fernando había escrito un plan de negocios ingenioso, formó una sociedad anónima, vendió 10.000 acciones a varios inversionistas para financiar su proyecto y regresó al pueblo después de dos meses con un equipo de construcción profesional. Al cabo de 6 meses, su equipo había construido una tubería de acero inoxidable de gran tamaño que conectaba la aldea con el río. El día de la inauguración de su tubería moderna de agua potable, Fernando anunció a los residentes que su agua sería más pura que la de Pedro. En su estudio de mercadeo, Fernando supo que habían algunos reclamos debido a suciedades en el agua de Pedro. Fernando también anunció que podía proveer al pueblo con agua pura las 24 horas del día, siete días a la semana. En cambio, Pedro sólo podía entregar agua los días hábiles...él no trabajaba los fines de semana. Tenía que descansar y recuperar su energía para poder trabajar duro de lunes a viernes. Más encima, Fernando anunció que él cobraría un 75 por ciento menos que Pedro por su agua de mejor calidad y fuente más fiable. Los habitantes del pueblo aplaudieron después de la presentación de Fernando y de inmediato corrieron hacia los grifos conectados a la tubería de Fernando. Para poder competir, Pedro bajó sus precios en un 75 por ciento, compró dos baldes más, les puso tapas y empezó a cargar 4 baldes por viaje al río, a fin de prestar un mejor servicio, contrató a sus dos hijos para que lo ayudaran por la noche y los fines de semana. Cuando sus hijos fueron a la universidad, Pedro les decía, "Vuelvan pronto porque algún día este negocio será de ustedes." Por alguna razón, sus hijos nunca regresaron después de la universidad. Pedro contrató empleados en forma eventual, y tuvo problemas de alta rotación debido al trabajo pesado. Por otra parte, Fernando, el empresario sabio, se dio cuenta de que si este pueblo necesitaba agua potable, otros pueblos también podrían necesitarla. Refinó su plan de negocio, y salió a vender su sistema de distribución de agua pura, de alta velocidad y bajo costo, por mas de 1.000 pueblos del mundo. Fernando sólo gana un centavo por galón de agua entregada, pero vendía miles de millones de litros de agua todos los días. Si Fernando trabaja o no, miles de sus clientes consumen miles de millones de litros de su agua, y todo el dinero ingresa en sus cuentas bancarias. De cierto modo, Fernando había construido una tubería que le entregaba dinero a él, al mismo tiempo que agua pura a bajo costo a los pueblos. Fernando se hizo multimillonario y vivió feliz con su familia por el resto de su vida. En cambio, Pedro trabajó duro por muchos años hasta que no pudo trabajar más por su estado físico deteriorado. Como consecuencia, tuvo problemas económicos constantes hasta murió cansado y sin dinero. - El Fin - Es hora de preguntarse a sí mismo... ¿Estoy desarrollando una tubería o negocio que puede producir un flujo de dinero constante y seguro para mi y mis seres queridos? o... ¿Estoy trabajando duro cargando baldes de acero todos los días sin construir absolutamente nada para mi futuro? En otras palabras, ¿Estoy trabajando duro o estoy trabajando de forma inteligente?
Hay algo muy interesante que sucede con el bambú japonés y que nos enseña una importante lección. Cuando un cultivador planta una semilla de este árbol, el bambú no crece inmediatamente por más que se riegue y se abone regularmente.
De hecho, el bambú japonés no sale a la superficie durante los primeros siete años. Un cultivador inexperto pensaría que la semilla es infértil, pero sorprendentemente, después de siete años, el bambú crece más de treinta metros en solamente seis semanas. ¿Cuanto podríamos decir que tardó realmente en crecer el bambú? ¿seis semanas? ¿o siete años y seis semanas? Sería más correcto decir que tardó siete años y seis semanas. ¿Porqué? Porque durante los primeros siete años el bambú se dedica a desarrollar y fortalecer las raíces, las cuales van a ser las que puedan crecer tanto en solamente seis semanas. Además, si en algún punto en esos primeros siete años dejamos de regarlo o cuidarlo, el bambú muere. Este cuento es similar a lo que nos pasa muchas veces en la vida. En general nos apresuramos y nos ponemos ansiosos si no logramos inmediatamente un objetivo. Sin embargo, muchas de nuestras metas, especialmente las más ambiciosas requieren tiempo y dedicación. También requieren que creemos nuevos hábitos, lo cual también puede llevarnos tiempo. Muchas veces cuando no logramos inmediatamente nuestros objetivos, nos desanimamos y hasta lo abandonamos creyendo que no es para nosotros, que no lo merecemos, o cualquier otro pensamiento limitante similar. Imagina un cultivador que deja de regar el bambú japonés a los seis años y once meses. Un poco más de paciencia y perseverancia hubiera producido muchos frutos en poco tiempo. Así como el bambú requiere perseverancia, lo mismo ocurre en la vida. A veces no vemos resultados por mucho tiempo, pero si nos mantenemos perseverantes, realizando acciones cada día que nos lleven a nuestro objetivo, tarde o temprano se manifestará un resultado, y cuando esto ocurra es probable que veamos todos los frutos de nuestro esfuerzo juntos. Te invito a que pienses en cuales son tus objetivos más ambiciosos, aquellos que siempre soñaste con lograr, y que evalúes las acciones que estás emprendiendo día a día. Y que pienses que si los resultados no se manifiestan inmediatamente es porque estás creando las “raíces” internas que van a permitir que este objetivo crezca y salga a la luz. No dejes de realizar cinco acciones diarias que te acerquen a tu objetivo. Si no lo haces es como si dejaras de regar tu bambú. Si esto ocurre tu objetivo va a morir. Solamente a través de acciones vamos a llegar a lograr nuestra meta. |
Categorías
Todo
Archivos
Febrero 2024
|
Tips Empresariales
Tips Uruguay SAS Oficinas Centrales: Brito del Pino 1396 Ap. 101, Montevideo, Uruguay Copyright © 2024 Tips Empresariales | Todos los derechos reservados.
|
Entidad de Capacitación (ECA) Registrada
Nº 101951 . |
+598 99 270 907
|